Escribo en este blog para dejar salir algunos pensamientos; ideas que por las noches no me dejan dormir. Son destellos que durante el día me mantienen exhausta porque no logro comunicarlas, pero ahí están, desde hace años. Necesito expresarme de alguna forma antes de que ellas se vuelvan tumores o agua estancada. Fluir pero también salirme de mi cabeza; conectar si es que a alguien le hace algún sentido.
martes, 22 de diciembre de 2020
Horas
jueves, 3 de diciembre de 2020
Qué pasa en nuestros corazones
Qué pasa en nuestros corazones
porqué donde hubo algunas sonrisas
algunas simpatías
de repente y sin aviso
suceden
odios, resentimientos, amarguras
Qué palabra, qué hecho,
qué omisión o acción
nos llevo a dejar que querernos
¿es qué acaso nos quisimos?
no lo sé.
tal vez debamos empezar por ahí.
Tal vez nunca me quisiste
tal vez nunca te quise
pero intenté
tal vez no hubo esa apertura
tal vez por ello yo no me abrí
Tu siempre con el juicio
Tu siempre tan cruel
Cuanto cariño se pierde con el dolor de la amistad
domingo, 29 de noviembre de 2020
Entre la serenidad y la locura
He escrito infinitas veces
sobre el lupus
en prosa
en mensajes
en los documentos del seguro
nunca pensé
hacerlo así.
En líneas. En versos,
Expulsando de mi cabeza
lo que es
lo que no me permite ser
lo que ha transformado en mí.
El pelo, la piel, la sonrisa.
El peso, los ojos, la fe.
Las noches que he pasado
buscando respuesta
rogando a la diosa.. a quien sea
a mi mísma
sanarme,
tomarme las medicinas
tener la voluntad de llamar
al doctor
a mi familia
a Sinhué.
Confesarles que no puedo,
con todo
con nada
con la contradicción..
de una enfermedad invisble
que me autodestuye por dentro
y me condena por fuera
a ser Casandra
porque nadie asocia
el dolor interior
como algo real
la enfermedad debe notarse externamente
como la alopecia en el cáncer después de las luchas químicas
como la invalidez después de perder las extremidades
como la ceguera que puede traer una diabetes...
pero en el lupus se te condena
a un limbo entre la muerte y el bienestar
no estás ni en uno ni en otro
las medicinas te mantienen
entre la fatalidad y la plenitud del cuerpo
entre la serenidad y la locura.
jueves, 26 de noviembre de 2020
Luz, teléfono, gas
Es que así era, incuestionable
mi confianza natural de niña
ir con mi madre a todos lados
sin percibir la pesadez del sol
sin sentir el bochorno de la gente.
Salíamos a pagar las cuentas
luz, teléfono, gas.
Eramos inseparables.
No odiaba, ni amaba
el transporte público,
los largos ratos sin amigas,
estar solo entre gente adulta...
Las largas filas eran como un juego:
avanzar de una silla a otra
como un progreso,
cada lugar un punto hasta la meta,
luego por ahí alguna sorpresa...
Extraño estar así con mi madre.
Sin miedo, sin expectativas.
Solo el presente y su compañía.
En absoluto
la imposición de representaciones,
la exigencia a sentir
la manipulación o el fraude.
Quisiera jamás hacerlo,
llorar a escondidas
para no dar vergüenza
para mostrarme serena.
Me niego, lo rechazo,
no seguir el llamado
aunque sea una causa perdida
aunque me cueste la vida
Por qué no habría
de salir ante el tedio
decir no al deseo ajeno
desechar el desecho
Simplemente no
a las peticiones absurdas
a la burla desmedida
al rincón sin salida.
Me traicionaría haciendo
una oda a la nada
la apología del cinismo
abrazando cualquier ismo.
No.
miércoles, 25 de noviembre de 2020
Sobre el rencor
Los caminos de la poesía
viernes, 7 de agosto de 2020
¿Ghosting académico?
Todes hemos escuchado o nos ha sucedido un ghosting amoroso. Estando en una relación sentimental, de la noche a la mañana desaparece la otra persona de tu vida sin más explicaciones tal como si fuera un fantasma. De inmediato te preguntas ¿pero qué pasó? ¿Acaso hice algo mal? Y si empezaban a existir sentimientos importantes de tu parte, te quedas algún tiempo desconcertada por el simple hecho de no saber qué pasó. Lo cierto es que al final la relación desaparece dejándote un amargo sabor ante la falta de valor del otro para decirte con todas sus letras la verdad.
En fin, si bien el ghosting amoroso da para mucho de que hablar, en realidad me interesa hoy hablarles del ghosting académico, del ghosting ideológico. ¿Les ha pasado acaso con un amigo o amiga, un colega del trabajo o incluso en Twitter, que después de conversar algunos días sobre cuestiones políticas, morales, filosóficas y académicas, difiriendo en puntos de vista en menor o en mayor grado, sin previo aviso desaparecen de tu vida?
Tristemente
a mi me ha pasado y probablemente lo haya hecho también sin darme cuenta de ello. El
punto aquí es que aparentemente preferimos evitar ideas contrarias, que nos
disgustan o que simplemente no compartimos antes que cuestionar a los otros
directamente, y peor aun, cuestionarnos a nosotros mismos, mover nuestras más
profundas y sagradas creencias. Más allá de que esto pueda derivar en la
erosión de una amistad o relación humana, me pregunto qué tanto nos estamos
imposibilitando la capacidad de diálogo con los otros, con los diferentes. ¿Qué
tanto nos estamos imposibilitando para la auténtica vida en pluralidad? ¿Seguiremos
tratando a quienes piensan de forma chocante desde nuestro punto de vista como
fantasmas? o ¿tendremos algún día el valor de desenterrar nuestros más
profundos odios y prejuicios hacia lo ajeno? Mientras eso ocurre seguiremos en
nuestros clanes y tribus ideológicas, alabándonos solo con nuestros amigos
ideológicos y haciéndonos la guerra entre comunidades epistémicas distintas.
Somos una academia llena de fantasmas.
sábado, 20 de junio de 2020
Apuntes sobre racismo y clasismo en México
Como muchos mexicanxs, parte de mis orígenes se encuentran en la migración. Mi abuelo materno era salvadoreño. Llegó a México en su juventud buscando mayor suerte siendo sastre y pastor protestante. Toda su vida tuvo que lidiar con la discriminación, al grado que personas que se decían ser cristianas, lo denunciaron y estuvo a punto de ser deportado. Mi abuela, mexicana, específicamente tampiqueña -no me pregunten cómo- logró hablar con el mismísimo Adolfo López Mateos para que mi abuelo pudiera quedarse a vivir en México. No volvió a tener ningún problema. Sin embargo, su vida y la de mis tíxs no fue nada fácil. Cuando llegó con mi abuela a la Ciudad de México, después de trabajar como pastor en Zacatecas y Guadalajara, se fueron a vivir a un pequeño terreno al oriente de la Ciudad de México. Ahí, junto con los más grandes de sus hijos, construyeron con sus propias manos la casa en la que vivieron mi mamá y sus seis hermanos en condiciones económicas muy limitadas. Mi abuela era ama de casa, así que el único ingreso provenía de la sastrería que con mucho esfuerzo logró abrir mi abuelo en la colonia Narvarte. Mi abuela falleció muy joven, a los 54 años de un paro cardíaco, mientras que mi abuelo murió a los 81 con un muy avanzado mal de Parkinson.
En contraste, -como todo lo que ocurre en México-, mi papá es hijo de un fabricante de textiles de San Luis Potosí, quien tuvo 13 hijos con mi abuela (ama de casa y pintora) y a diferencia de mi madre, él vivió con sus hermanos en enormes casas de las Lomas y Polanco. Sin embargo, no siempre fueron buenos tiempos para la familia, y por diversos problemas legales se perdió la fábrica de mi abuelo tras algunos años de su fallecimiento.
Mis papás se conocieron cuando trabajan en Banca Cremi. Al poco tiempo de ser novios, mi mamá se embarazó de mi hermano por lo que decidieron casarse antes de que ambos terminaran la carrera. Mi mamá estudiaba contabilidad en la UNAM y mi papá economía en la UAM Iztapalapa. Ninguno de los dos pudo terminar por lo que siempre han tenido que malabarear para “sacarnos adelante”: Mi mamá ha sido cajera (de banco y de un minisúper), costurera (porque mi abuelo le enseñó su oficio), y en la peor de las épocas, para que yo pudiera seguir yendo a la universidad, fue trabajadora doméstica de unos vecinos. Mi papá por su parte, fue empleado bancario (hasta que lo liquidaron) vendedor de computadoras, chofer repartidor por toda la república y taxista.
A pesar de esta difícil situación, recuerdo haber sido feliz durante mi infancia. Mis tíos (quienes tuvieron un poco más de suerte que mis padres) siempre le dieron trabajo a mi papá y eso también ayudó para mantener cierta estabilidad. Sin embargo, esto que durante la niñez nunca me importó, pues nunca nos faltó nada, empezó a ser doloroso en la adolescencia y mis primeros años de adultez. Cuando iba en secundaria, recuerdo tristemente como algunos compañeros se burlaban de mi porque mi padre me llevaba a la escuela en un bocho despintado; como después de perder nuestra casa, mi papá se fue a la frontera a trabajar. Recuerdo tristemente como mi pequeña hermana ya no recibía juguetes el seis de enero porque ya no alcanzaba para ello y como no tuve dinero para ir a las fiestas de graduación de la prepa y universidad. Durante muchos años, mis propias amistades, familiares y toda clase de personas me hicieron sentir avergonzada de mi situación. Y es que es todo, el menosprecio por el código postal donde vives, la ropa que usas, las cosas que no posees, las posibilidades que no tienes. Si yo no hubiera ido a la universidad, y más que eso, si no hubiera tenido acceso a los libros, probablemente hoy me seguiría sintiendo avergonzada de la posición desaventajada que viví y que de alguna manera sigo viviendo.
Y a pesar de estas profundas heridas que otras personas me han causado, no tengo la más mínima intención de señalar y exhibir a nadie. De entrada porque estoy segura de que también yo he causado heridas a otras personas reproduciendo ciertos cánones de conducta, y segundo, porque siempre han sido los libros, las ideas, el diálogo, la reflexión, los que me han ayudado a darme cuenta de mi propio clasismo.
Hoy leo a muchos académicxs (que por cierto no pueden evitar decirle al mundo en sus bios de Twitter que cuentan con maestría o PhD de las mejores universidades del mundo: Harvard, Columbia, Oxford, Yale entre otras, o con un importantísimo cargo en instituciones públicas o académicas) señalando con el dedo el raciclasismo y machismo de los otrxs cuando ni si quieran tienen idea del privilegio en el que están por el simple hecho de tener un posgrado ¿ese es realmente el papel de la academia? ¿debemos contribuir desde nuestra soberbia ilustrada con la cultura de la cancelación que impera en nuestras redes sociales? Hoy les recuerdo que solo el 17% de la juventud en México ha tenido la oportunidad de acceder a estudios universitarios y que sólo el 1% a estudios de posgrado de acuerdo a datos de la OCDE. Esto sin hablar de la calidad de dichos estudios. Si mi madre no hubiera limpiado casas y si me padre no se hubiera ido a la frontera a trabajar, no sé si hubiera tenido la oportunidad de haber ido a la universidad y así darme cuenta de que no solo he sido víctima de un sistema clasista y patriarcal, sino también reproductora y cómplice del mismo al sentirme avergonzada por muchos años de mi “estatus social” así como de hacer consciente e inconscientemente acepción de personas de acuerdo a la escala de valores que impera en nuestra sociedad desde la colonia.
No sé, creo que como académicxs estamos cayendo en una soberbia intelectual de grandes proporciones que nos impide, desde el mismo plano desde el cual nosotrxs tuvimos la oportunidad de aprender y sensibilizarnos (libros, profesorxs, discusiones con nuestrxs compañerxs) a desmantelar con educación, diálogo, cultura, y no con violencia verbal y otra clase de métodos antipedagógicos, la terrible y antidemocrática escala de valores que por años hemos sido también sus reproductores. Y si no es así, ¿por qué aspiramos a tener ciertos grados académicos y de ciertas prestigiosas universidades, a hablarle a cierta élite académica y tuitera, a vivir en ciertos códigos postales antes que en otros, usar ciertas marcas, vestir de cierta manera, comprar ciertos productos antes que otros? ¿escuchar cierta música y productos culturales? Que tire la primera piedra quien esté libre de raciclasismo.
miércoles, 20 de mayo de 2020
Noche
viernes, 1 de mayo de 2020
Lupus
- Por miedo a ser estigmatizada o discriminada. Tengo miedo a que me puedan ver menos apta para un puesto de trabajo o una beca educativa. Uno de mis proyectos de vida es aplicar a un programa de posgrado fuera del país y me han sugerido (expertos en estos procesos) ni siquiera mencionar mi padecimiento.
- Porque muchos suelen pensar que solo buscamos llamar la atención o victimizarnos, y ello responde en gran parte a qué es una enfermedad invisible, y como tal se suele pensar por desconocimiento/desconfianza que estamos fingiendo. Muchos pacientes con lupus nos sentimos sumamente incomprendidos porque si bien podemos sentirnos fatal por dentro, por fuera parecemos completamente sanos. En la mente de los demás esto se traduce en que no puede ser tan mala la experiencia del lupus “como queremos hacerles creer”.
- Para no incomodar a nadie. Puede parecer esto un sin sentido pero he observado un comportamiento extraño en la naturaleza humana que nos hace sentir incómodos cuando alguien habla de sus propias tragedias. No por falta de empatía -quiero pensar- o mas bien no me estoy refiriendo a estos casos que por supuesto también existen, sino por una falta de habilidad para reaccionar a este tipo de situaciones. A mi también me pasa que me es difícil encontrar las palabras adecuadas cuando alguien me cuenta sus problemas, peor aun una tragedia, es frustrante no saber qué decir o cómo ayudar. Y aunque la mayoría de las veces ni siquiera busquemos la ayuda de nadie, sino sólo poder expresarnos, quienes intentan torpemente escuchar responden generalmente de la peor manera. Por ello por mucho tiempo he decidido callar y vivir esto sola.
Si bien afortunadamente formo parte del porcentaje de personas con lupus que puede seguir trabajando, lo cierto es que esta enfermedad y los efectos secundarios del tratamiento, me han deteriorado física y emocionalmente. Esta extravagante enfermedad me hace sentir dolores prácticamente todos los días, a los cuales ya me he ido acostumbrando, pero no quiero seguir haciéndolo. No sé que opinan ustedes y qué tan digno les parezca tener que acostumbrarse al dolor hasta el grado de tener que salir corriendo al hospital porque te olvidas completamente de entender cómo funcionan las señales de alerta y peligro en tu cuerpo.
En fin, así las cosas. En este mes del lupus esperemos que más personas hagan consciencia de este padecimiento, porque aunque uno de los medicamentos que usamos para prevenir su activación (Plaquenil) este aparentemente funcionando para pacientes con Covid-19 -razón por la cual hubo desabasto del mismo- al estar basado nuestro enfoque de atención a los problemas de salud con un criterio utilitarista, difícilmente podremos esperar pronto una cura a este padecimiento. Al menos nos ayudaría mucho que se nos conceda el poder expresarnos libremente sin ser estigmatizados. No queremos condescendencia ni trato privilegiado, solo ser escuchados.
sábado, 18 de abril de 2020
Breve crítica a la razón práctica
miércoles, 18 de marzo de 2020
Discurso de Estocolmo | Camus
jueves, 12 de marzo de 2020
Ágora
Coyuntura
Que curioso que vivamos la coyuntura como si no hubiera historia, cómo si no hubiera filosofía. ¿Qué no hemos escrito suficientes novelas? Nos ahoga, nos incendia, nos derrumba. Cómo si fuéramos lxs primeros en tocar este suelo. Cómo si no hubiéramos pasado ya suficientes tragedias. Pero también alegrías. Nos decimos unxs a otrxs lo que sabemos, lo que escuchamos, esos primeros prejuicios. ¿Y todo lo qué hay detrás? ¿Qué pasa con esta memoria que ama el drama presente? Parece gozar del sufrimiento y la tragedia permanente. ‘Estamos en crisis’. Cuántas veces lo habré escuchado. Todo es igual pero con más gente, más conexión y más distracción. No hay nada nuevo bajo el sol. ¿Habremos ya dicho todo? La pregunta es ¿de cuántas formas? Cómo estamos evaluando el aprendizaje.
miércoles, 11 de marzo de 2020
Nadie nos dijo...
Pero crecimos y ¡oh sorpresa!
Nadie nos dijo que esos hombres que creíamos "de la realeza" nos iban a lastimar tanto. Nadie nos dijo que nos harían sentir infinidad de veces inadecuadas e insuficientes por no cumplir con sus estándares de belleza. De ahí que aprendiéramos que ser extra delgadas, güeras de ser posible y de 90-60-90, era el imperativo categórico del ser mujer. Desde la más temprana de nuestra adolescencia nos dimos cuenta de que no éramos lo que supuestamente teníamos que ser. Las revistas, los comerciales, los escaparates, los personajes de nuestras series favoritas nos lo recordaban una y otra vez. ¿Cuántas no crecimos con la idea de que necesitábamos al menos una cirugía estética? ¿Cuántas no crecimos con la idea de que debíamos ponernos a dieta, vomitar o incluso dejar de comer? ¿Cuántas no crecimos con la idea de que la forma natural de nuestro cabello era impresentable, que nuestra piel era o muy clara o muy oscura y que inevitablemente necesitábamos del maquillaje para poder gustarle a los hombres? ¿Cuántas no crecimos simplemente rechazando nuestros cuerpos? ¿Cuánto dinero han pagado amigas mías en ropa, gimnasios, cremas, perfumes, zapatos, pastillas..., para poder parecerse un poco a las conejitas de Playboy o a las modelos de pasarela?
Nadie nos dijo que esos príncipes azules iban a abusar sexualmente de nosotras en la primera oportunidad, algunos alcoholizándonos, o peor aún, drogándonos, y en muchos de los casos, siendo aún unas niñas; que además se lo contarían a todo mundo para ser aplaudidos mientras que nosotras quedaríamos como unas "zorras". Nadie nos dijo además que sí quedábamos embarazadas seríamos unas delincuentes al abortar; y nadie nos dijo que tendríamos que buscar hacerlo a escondidas para no ofender a nadie, poniéndonos en riesgo a nosotras mismas después de haber sido abandonadas por quién momentos previos había negado su paternidad. Nadie nos dijo que a ellos les dijeron que estaba "bien" estar con el mayor número posible de mujeres por lo que iba ser normal para ellos la infidelidad, que se aburrirían de nosotras y que estarían de forma perpetua buscando acostarse con otras. Nosotras en cambio debíamos esperar al matrimonio y ser niñas "bien".
Nadie nos dijo que esos hombres en quienes confiábamos nos tomarían fotos y grabarían nuestra intimidad sin nuestro consentimiento, o que aun consintiendo, lo divulgarían por Internet o en el chat de sus amigos. Nadie nos dijo que nos tocarían en el transporte público y que nos acosarían por las calles, tampoco nos dijeron que para ellos las mujeres éramos prácticamente un objeto y que muchos de ellos nos violarían y nos asesinarían sin el mayor remordimiento. Nadie nos dijo que nos secuestrarían para obligarnos a hacer pornografía o para comercializar nuestro cuerpo.
Nadie nos dijo que ellos nos subestimarían en todos los campos del conocimiento, las artes y en el ámbito profesional por ser, según ellos, "sentimentales," "conflictivas", "poco racionales" y "menos competentes", pero eso sí, qué eramos las campeonas del hogar, la cocina y del cuidado de los hijxs. Nadie nos dijo que nos costaría el doble conseguir un asenso sin tener que acostarnos con el jefe, terminar una carrera y hacer que nuestra voz fuera escuchada. Ni hablar de participar en política; nadie nos dijo que nos violentarían al intentarlo.
Nadie nos dijo esto y tampoco nadie nos dijo que los hombres lo iban a negar todo cuando al fin tuviéramos el valor de decirlo, de denunciarlo, de simplemente contarlo; que nos llamarían exageradas, delicadas o "feminazis". Toda esta desilusión, toda esta constatación es lo que nos tiene tristes, enojadas, indignadas, furiosas.
Nos hicieron creer que las mujeres eramos enemigas unas de otras, pero !oh sorpresa! hemos empezado a hablarnos de nuevo y estamos tratando de entenderlo todo, cuestionarlo todo y re-aprenderlo todo.
El feminismo busca por ello destruir todo esto para poder reconstruir y crear nuevas representaciones de lo que significa ser mujer, plantear formas más maduras de amar y ejercer plena y libremente nuestra sexualidad. Porque esto no tiene que ser así. No tenemos porqué solo jugar con muñecas y seguir sus patrones absurdos de belleza. Por ello el feminismo no solo es una filosofía de ruptura con el sistema que predomina en nuestra sociedad, sino también es una filosofía de transformación y reconciliación de las mujeres con nuestros propios cuerpos, con nuestra sexualidad, con otras mujeres. Porque no solo los hombres nos han lastimado con esto, sino también nosotras mismas nos hemos dañado unas a otras creyéndonos todo este cuento, negando a otras mujeres, hablando mal de ellas y haciéndonos aliadas sin darnos cuenta del patriarcado. Por ello el feminismo no solo es un movimiento de destrucción sino también un movimiento de creación, de imaginación, sanación y de mucha paz. Nadie nos dijo nada, por eso ahora buscamos decirlo todo.
Sobre cómo los hombres mandan sobre nuestros cuerpos
miércoles, 4 de marzo de 2020
¿Por qué hablamos de violencia de género?
He leído muchos comentarios en redes sociales en dónde de alguna manera se descalifica el uso de este concepto y se afirma que no es un problema de género, "de hombres contra mujeres", sino un problema entre "malos y buenos" o un problema mucho más profundo de violencia generalizada de la propia naturaleza humana. He visto también muchos comentarios en donde se trata de mostrar que los hombres también sufren de violencia, no solo de otros hombres, sino también por parte de las mujeres.
Generalmente quienes nos asumimos feministas nos enojamos (por decir lo menos) al ver este tipo de reacciones, pero estos días he estado reflexionando acerca del despropósito de esta indignación al recordar el tiempo que a mi me costó entenderlo a pesar de mi formación, por lo que comprendí que lo que necesitamos, no es continuar con este círculo vicioso de descalificaciones porque nuestros contactos tal vez no hayan tenido el mismo proceso intelectivo para tener una postura a favor o contra de esta construcción teórica particularmente polémica. Me parece que es completamente responsabilidad de las ciencias sociales y de quienes nos dedicamos a estos problemas, la falta de entendimiento y socialización de un concepto en suma complejo para quienes no necesariamente se dedican a estudiar y pensar los fenómenos políticos, sociales y culturales que nos rodean.
¿Por qué hablamos de la violencia de género? Tienen razón al afirmar que los hombres también sufren de violencia, pero es vital entender que a varias especialistas les pareció importante clasificar esta forma de violencia porque tiene una característica muy particular que la hace diferente al tipo de violencia que padecen -ojo- en general los hombres, e incluso a otras formas de violencia que también sufren las mujeres de la misma manera que los hombres.
Porque después de estudiar infinidad de casos, testimonios, denuncias, peritajes antropológicos, la historia de las sociedades humanas, entre otras múltiples cosas, hemos notado un patrón que se repite en un número significativo y alarmante de casos: la existencia de estereotipos (usualmente negativos), o concepciones acerca del rol de la mujer en la sociedad, que justifican la violencia de los perpetradores.
Les voy a contar un caso que a mi me ayudó a entender la violencia política por razones de género. En una comunidad de Oaxaca, una mujer, simplemente por el hecho de manifestar su intención de participar en la política, fue azotada públicamente con un látigo por su propio abuelo como un castigo ejemplar porque en dicha comunidad prevalece la idea de que las mujeres NO deben y no pueden tomar parte de las decisiones que afectan a la colectividad. En otros lugares, se han colgado mantas afirmando que las mujeres solo sirven para "cocinar, coger o tener a los hijos" NO PARA HACER POLÍTICA.
Pero algo que también deben saber es que estos casos no son aislados, y muchos de ellos han sido documentados, no solo en México, ni tampoco solo en las comunidades indígenas, sino en TODO el mundo. En Estados Unidos, en Inglaterra, en Afganistan, si bien de diferentes maneras y con diferentes grados, las mujeres sufrimos múltiples formas de violencia por el SIMPLE hecho de ser mujeres.
¿Les parece absurdo el genocidio que padecieron los judíos por los Nazis por el simple hecho de ser judios? ¿Les parece absurdo la discriminación de las personas afrodescendientes por el simple hecho de tener la piel oscura? Entonces podrían también estar de acuerdo en lo absurdo que es que en pleno Siglo XXI aún existan actos irracionales de violencia en contra de mujeres por el simple hecho de ser mujeres. Por ello es que los organismos internacionales defensores han alzado la voz y obligado a todos los estados parte a tomar cartas en el asunto. Porque esto, amigos y amigas es algo inaceptable para la vida digna de las mujeres.
¿Qué si matan más a los hombres que a las mujeres? Sí, pero entiendan que es por razones diferentes. A los hombres no los matan en nuestro país por el simple hecho de ser hombres. Son otras las causas. No podemos atacar problemas distintos con las mismas herramientas. En México, la principal causa de muerte es la diabetes. Les pregunto ¿esto hace menos importante las muertes por cáncer? ¿Debemos llamar a todas las enfermedades "enfermedades a secas" porque todas las personas sufren de alguna manera u otra una enfermedad? Entiendan de esa manera que en las ciencias sociales no podemos llamar violencia a secas una forma de violencia tan absurda como la violencia de género. Necesitamos diferenciarla para entenderla mejor y poder erradicarla de la mejor manera.
domingo, 26 de enero de 2020
Preguntas de domingo
viernes, 24 de enero de 2020
¿Quién soy?
Gracias feminismo
sábado, 18 de enero de 2020
¿por qué seguir?
¿por qué seguir? si no te matan, te queman o te cortan la cabeza te hacen mierda te infaman, te injurian, te hacen una comedia tus propios...
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Resultó que también estábamos huidos. Yo huida del tiempo. Quería como siempre acelerar el destino. Él huido de quien sabe qué, pero huido a...
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“Yo no fui”. “Yo no choqué, me chocaron”. “La pierna fue a la mano.” "Para qué me provoca". "Soy una víctima de las circuns...