Es que así era, incuestionable
mi confianza natural de niña
ir con mi madre a todos lados
sin percibir la pesadez del sol
sin sentir el bochorno de la gente.
Salíamos a pagar las cuentas
luz, teléfono, gas.
Eramos inseparables.
No odiaba, ni amaba
el transporte público,
los largos ratos sin amigas,
estar solo entre gente adulta...
Las largas filas eran como un juego:
avanzar de una silla a otra
como un progreso,
cada lugar un punto hasta la meta,
luego por ahí alguna sorpresa...
Extraño estar así con mi madre.
Sin miedo, sin expectativas.
Solo el presente y su compañía.
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