jueves, 28 de julio de 2022

Pensando el amor y amando el pensar

Con todo mantengo una relación de amor, con cada ser, persona, objeto, actividad. Supongo que con la mayoría un amor descuidado, un amor desinteresado, pero amor al fin. No es posible amar atenta y cuidadosamente todo. La propia divinidad nos aplasta de vez en cuando y hay quienes afirman que es premeditadamente por nuestro bien. 

También hay quienes dicen que Dios, la Diosa, le Diose -o como quieran llamarle- simplemente nos abandonó. Pero yo no creo que haya sido por simple desamor. Cómo explicar entonces que existan para acompañarnos en este mar de lágrimas los perritos y las gatitas, el chocolate, el café y el sexo... y no me vengan con que los animales no tienen alma. Pareciera en todo caso que nosotros nos desprendimos de todo espíritu el día que decidimos matar colectivamente a Dios para iniciar nuestro culto moderno a la razón. 

Lo que pasa es que seguimos confundiendo el amor con la obsesión. Queremos que nuestros seres amados estén veinticuatro siete para rendirnos pleitesía. Además pretendemos ser el objeto de adoración de una religión absolutamente monoteista. Ante el silencio, o atención de nuestros amantes a otras personas transformamos sin más nuestra obsesión en odio. Qué fácil caer en la traición y en la mentira en semejante secta del ego. 

Pero no vengo a disertar sobre la existencia o los abandonos de las deidades ni sobre las ventajas del poliamor. Solo quiero pensar y escribir, -porque escribir ayuda a avanzar ideas- sobre mis relaciones de amor con el mundo. 

Aunque con todo tengo una relación de amor, pocas cosas me despiertan pasión. Me cuesta mucho dormir continuamente y despertar, salir de la cama. Me cuesta encontrar motivación, un impulso que me haga saltar como chapulín afuera de mi habitación llena de vitalidad. Es hasta que pienso en el primer sorbo de café y la emoción de mis perros -que se alegran cada mañana como si reviviera- que consigo despegarme de las cobijas.

En qué momento se vuelve tan difícil vivir, sentir pasión por la vida. A cuántas personas les pasará esto. A veces pienso que a muchas por problemas de depresión y ansiedad. Ya es cliché decir que la depresión es la verdadera pandemia de este siglo. Yo vivo una lucha entre cobijarme en mi enfermedad crónica para victimizarme y odiar al mundo que no me comprende, y entender que a pesar del Lupus puedo desde una relación de amor conmigo misma hacer varias cosas para al menos lograr cierto equilibrio. Pero no voy a mentir. Es lo más duro que he tenido que vivir. No es como muchos me dicen simplemente de convencerme del absurdo de que todo está en mi cabeza para dejar de somatizar mis traumas de la infancia. Creanme que para una persona tan anclada al idealismo he intentado todo lo que desde el optimismo y naturalismo nos venden y ha sido muy duro ese golpe de realidad. No basta con simplemente tener actitud y hacer algo de psicoanálisis o psicomagia. Es aceptar que se está enfermo y HAY que tomarse las medicinas para no morir. Después de esto claro que sí con gusto le entro si quieren a las constelaciones. Creo que si ayudaría mucho a mis relaciones de amor hacerles ver esto. Muchos enfermos crónicos odiamos sus remedios caseros, que aunque con mucho amor nos invitan a intentar, solo nos generan frustración y ganas de aislarnos para siempre. 

En fin, no es que no ame mi vida, de hecho estoy agradecida con todo lo que me pasa y me rodea. Sucede que sufro cada vez que necesito empezar una tarea. Así como me cuesta salir de la cama, me cuesta sentarme en la bicicleta o tirarme en el tapete de yoga, prepararme la comida, -aunque eso si amo tanto el desayuno que últimamente disfruto mucho preparándolo-. Pero me duele el tronco, los ojos y hasta las uñas cada que pienso en salir a hacer una tarea tan sencilla como ir a la tienda o al banco. Las compras en línea hacen que me cueste cada días más salir si no es necesario. No sé diga lo mucho que me cuesta sentirme bien para estar frente a la computadora por más de una hora continua en lo que debo de estar. No significa que no ame lo que hago. De hecho lo amo demasiado. Amo tanto aprender y estudiar para dar clases. Amo la comunidad electoral que se ha construido y afianzado sobre todo con la pandemia y amo discutir sobre derecho y política todo el tiempo. Sucede que me duele el cuerpo, que sufro cada esfuerzo, cada uso de energía. Debo aprender a administrarla sabiamente, también reconozco tener malos hábitos. Amo la noche y la madrugada porque pienso mejor y tengo más energía y esto explica mi amplio déficit matutino. Aunque debo reconocer que como con el amor romántico, amo tanto pensar que no me importa gastar toda mi energía en ello. 

A pesar de lidiar con el sentimiento de culpa por no ser "productiva" cada día soy más amorosa conmigo misma y encuentro apasionante cuidarme mejor. Hacer ejercicio por salud y por vanidad. Por salud por razones más aun obvias y por vanidad porque como diría Isabel Allende en Mujeres del Alma Mía soy una romántica irremediable y mi feminismo todavía no me alcanza para sacudirme la vanidad. Me gusta sentirme atractiva. Pero a pesar de esto poco me he cuidado en mi salud. Por muchos años he vivido en mi cabeza, ha llegado la hora de prestar atención al mundo físico. Necesito encontrar ese equilibrio mente-cuerpo. Me imagino que ahí está la clave de los múltiples beneficios del yoga y la meditación. Esto logra entusiasmarme aunque estoy aún lejos de volver esto un amor disciplinado. 

Según los japoneses hay que encontrar el Ikigai o la razón de vivir para ser plenos. Toda la vida he seguido el llamado de la vocación pero ha sido completamente intuitivo. Justo ayer pensaba -lo que más amo hacer- en lo que da sentido a mi existencia y pensaba que no puedo dejar de ayudar a los demás. En lo que sea y cómo sea: escuchando, animando, imaginando, dando. No siempre resulta esto una gran aportación para las personas con quienes me he encontrado en el camino. No siempre puedo ayudar cómo ellos necesitan o desean pero busco ser lo más amorosa posible aunque no siempre lo logro. Lamento cuando mi falta de energía y mis demonios me hacen ser descortés, indiferente, indolente. Es triste resentir ello de alguien que admiras o amas, de hecho es doloroso recibirlo de cualquiera. ¿Cómo cultivar ese amor cotidiano con quienes nos rodean? 

Mi relación de amor más platónica es con la filosofía política. Decía Aristóteles que es bello ayudar a una persona pero es mucho más divino poder ayudar a los pueblos y a las ciudades. Por eso afirmaba que la ciencia política es la ciencia arquitectónica. Y no es que me sienta de alguna manera una deidad para cambiar el mundo. De ninguna manera. De hecho no soy la persona más virtuosa del planeta. Me encata recordar la Letanía de mis Defectos de Pita Amor, pero sí siento esa atracción, ese deseo, esa pasión por la política, ese amor por pensar la política. 

Últimamente se ha vuelto popular decir que a “tu teoría le falta calle” y esto es verdad hasta cierto punto. Pero ahora que hablamos del amor me parece que la idea del amor es tan importante como la práctica del amor. Gracias a ¿qué significa pensar? de Heidegger he vuelto a entender la importancia de mi relación de amor con el pensamiento. Para este filósofo nunca pensamos en lo que deberíamos pensar. De hecho para él llevamos la mayor parte de la historia actuando sin pensar. 


Creo que por esto pensar son de las pocas que en realidad me apasionan aunque como ya dije con todo tengo una relación de amor en este mundo. Solo espero que algún día eso que nos abandona y nos rehuye en el pensar pronto deje de darme la espalda y que por tanto el amor y la idea del amor también deje de darnos la espalda. 


domingo, 3 de abril de 2022

3 de abril

El terror
La ansiedad 
De la mala imagen 
Da la ineptitud 
Atraviesa 
Golpea 
Los sueños 
Quisiera ser poeta 

martes, 1 de febrero de 2022

Cambio

Y bueno aquí estamos 

Después de tanta historia que se repite 

De un progreso atropellado, contradictorio 

Superando infinidad de crisis, 

Inconclusas guerras 


Y ¿Cómo nos sentimos?

¿Cuáles son nuestros ánimos? 


¿Acaso se puede intuir el tedio colectivo?

¿La desesperanza de los pueblos? 

¿Es que Habremos ya experimentado todas las formas del sinsentido posmoderno? 


¿Qué nos permite aún esperar algo? 

¿El secreto escondido al picar la piedra?

¿La sorpresa de un verso jamás leído?

¿El despertar de quienes estábamos ensoñados en nuestra propia tragedia? 


Hemos hecho las peores y las mejores cosas. 

¿Por qué lo primero nos abofetea nuestros intentos de creer en algo? 

¿Cómo hicieron nuestres antepasades para accionar el cambio?


¿Porqué seguimos aquí si no hay futuro?

¿Cómo creer sin evidencia? 

¿Debemos renunciar a la promesa de la certeza?

¿Quien se atreverá a dar esos saltos al vacío? 


¿Quién pueda resolver el acertijo del ego y el delirio autocrático? 

¿por qué seguir?

¿por qué seguir? si no te matan, te queman o te cortan la cabeza te hacen mierda  te infaman, te injurian, te hacen una comedia  tus propios...