lunes, 5 de septiembre de 2016

Libertad de expresión vs linchamiento social

"Y ésta es la especie de hombres que se puede esperar, bajo semejante régimen: o puros esclavos del lugar común, o servidores circunspectos de la verdad, cuyos argumentos sobre las grandes cuestiones estarán condicionados a las características de su auditorio, sin que sean precisamente los que llevan grabados en su pensamiento. [...] ¿Quién puede calcular todo lo que el mundo pierde en esa multitud de inteligencias vigorosas unidas a caracteres tímidos, que no osan llegar a una manera de pensar valiente, independiente, audaz, por miedo a caer en una conclusión antirreligiosa o inmoral a los ojos de otro? [...] Nadie puede ser un gran pensador si no considera como su primordial deber, en calidad de pensador se entiende, el seguir a su inteligencia a dondequiera que ella pueda llevarle. Gana más la sociedad con los errores de un hombre que, después de estudio y preparación, piensa por sí mismo, que con las opiniones justas de los que las profesan solamente porque no se permiten el lujo de pensar
John Stuart Mill 

Esto fue lo ocurrido: Nicolás Alvarado renunció o lo hicieron renunciar de TV UNAM por decirle “nacas” a las lentejuelas de Juan Gabriel, “elemental” a su histeria e “iletrada” a su sintaxis. 

En 1859 se publicó el famoso ensayo de John Stuart Mill "Sobre la Libertad". La preocupación central del autor en este texto era delimitar los límites del Estado y la Sociedad frente a la libertad del individuo. La premisa es la siguiente: la única razón legítima para usar la fuerza del Estado o de la sociedad frente el individuo es para evitar que haga daño a los otros;  y declara Mill "sobre sí mismo, sobre su cuerpo y su espíritu, el individuo es soberano".

Con lo anterior se hace una de las defensas más contundentes a libertad que se ha escrito hasta ahora. En resumen, se afirma que nadie puede decirnos qué hacer, qué pensar y cómo actuar, siempre que no hagamos daño a otro ser humano. El individuo es el único responsable de su propia conciencia. El Estado a través de las leyes, y la sociedad a través de la opinión pública, imponen constantemente normas sobre "lo admisible" y "lo reprochable", pero estas normas de conducta no son al final del día más que las preferencias de una mayoría. Son consideraciones o posturas sobre "lo correcto" y lo "incorrecto" pero nunca razones comprobables. 

De esta forma, ante el peligro de que los prejuicios de una mayoría se instalen como la norma general de conducta, es decir, ante el peligro de tal despotismo político, es que Mill considera necesario y fundamental fijar límites claros de actuación del Estado y la sociedad frente al individuo. Así apelará a una completa libertad de pensamiento, de conciencia, de actuación, de expresión y de asociación. 

Vamos directo a la libertad de expresión, que es el tema que nos ocupa por la polémica de poder expresarse sobre lo "naco" o no de unas lentejuelas.

¿Por qué es tan importante el que podamos expresarnos sin tapujos? 

No sólo por el hecho de que siempre serán cuestionables las preferencias de la moral pública, y por la importancia de que podamos siempre cuestionarlas a viva voz. Hay algo mucho más profundo y más importante para el desarrollo no solo de los individuos, sino de la humanidad misma.

El ser humano no es un sujeto perfecto, ni portador de la verdad absoluta. La humanidad no es infalible como se jactan se de ser algunas opiniones. Los grandes horrores de la historia lamentablemente nos muestran con crudeza la imperfección humana y de sus ideas. 

La única manera en que el ser humano puede corregir sus errores es a través del contraste entre el error y el acierto. En otras palabras, la única forma en que los seres humanos podemos aprender y ser mejores es a través de la discusión de nuestros puntos de vista, a través de la posibilidad de intercambiar argumentos con quienes piensan distinto a nosotros. Aún cuando estemos "seguros" (si es que se puede estar seguros de algo en esta vida) de que nuestra opinión es la única verdadera, la única forma de convencer a los otros de esto es a través de las ideas, de los argumentos, nunca a través de la violencia, de la imposición o del linchamiento social. 

Por más de que estemos convencidos de que una idea, no debería de ser defendida por alguien, lo más que podemos hacer es tratar de influir, de rogar, de argumentar a nuestro interlocutor de cambiar su forma de pensar, pero no es legítimo querer "obligar" y "exigir"por más inmoral que nos parezca una idea que piense tal como nosotros queremos que lo haga o mucho menos exigir que guarde silencio. 

Para Mill, la censura más que prevenir la propagación de ideas "inadmisibles" en realidad ocasiona un mal mayor a la humanidad. El no permitir el contraste de ideas, elimina la posibilidad de darnos cuenta de nuestro error o de reafirmar la convicción de nuestro acierto:

"Pero lo que hay de particularmente malo en imponer silencio a la expresión de opiniones estriba en que supone un robo a la especie humana, a la posteridad y a la generación presente, a los que se apartan de esta opinión y a los que la sustentan, y quizá más. Si esta opinión es justa se les priva de la oportunidad de dejar el error por la verdad; si es falsa, pierden lo que es un beneficio no menos grande: una percepción más clara y una impresión más viva de la verdad, producida por su choque con el error. [...] Jamás podremos estar seguros de que la opinión que intentamos ahogar sea falsa, y estándola, el ahogarla no dejaría de ser un mal."

En ese sentido, es completamente entendible que el texto de Nicolás Alvarado haya causado posturas contrarias, no obstante, es lamentable cómo por este hecho se le exigió su renuncia de TV UNAM, y se le censuró e insultó por una gran parte de la opinión pública. Aquí no sólo estamos restringiendo sus derechos humanos ¿qué por el hecho de ser funcionario público tenía menos derecho que los demás a expresar sus gustos o disgustos estéticos? sino que  estamos restringuiendonos a nosotros mismos como colectividad, y como individuos a la posibilidad de ser nosotros mismos en la esfera de lo público, para un mutuo aprendizaje colectivo, "nuestra intolerancia, puramente social, no mata a nadie, no extirpa ningún modo de pensar; pero induce a los hombres a ocultar sus opiniones o a abstenerse de cualquier esfuerzo activo por propagarlas" (Mill).

Se argumenta que tenía todo el derecho de hacerlo en el espacio privado, no así en el público en su calidad de funcionario de la UNAM. No obstante aquí me gustaría recordar a Hannah Arendt para quien la verdadera libertad se da precisamente en el espacio de lo público, en el Ágora de la Polis. 

Los griegos de la democracia ateniense eran verdaderamente libres cuando abandonaban todas sus diferencias de la vida privada y entraban físicamente al espacio público para discutir sus posturas y tratar de convencer con argumentos a los otros. Ésta era la única posibilidad de ser libres, porque sólo a través de escuchar "sin prejuicios" a los otros se es capaz de "moverse" y cambiar libremente de ideas o preferencias sin necesidad de la violencia o de la coacción. 

"En ésta, el sentido de lo político, pero no su fin, era que los hombres se relacionaran entre ellos en libertad, más allá de la violencia, la coacción  y el dominio, iguales con iguales, que mandaran y obedecieran sólo en momentos necesarios -en la guerra- y, si no, que regularan todos sus asuntos hablando y persuadiéndose entre sí.

[...]

Lo político en este sentido griego se centra, por lo tanto, en la libertad, comprendida negativamente como no ser dominada y no dominar, y positivamente como un espacio sólo establecido por muchos, en el que cada cual se mueva entre iguales. Sin los demás, que son mis iguales, no hay libertad. [...] Lo decisivo de esta libertad política es su vínculo a  un espacio, quien abandona su polis o es desterrado pierde no sólo su hogar o su patria sino también el único espacio en que podía ser libre; pierde la compañía con sus iguales.

En ese sentido, me parece que fue un exceso el linchamiento de Nicolás Alvarado, que como bien dijo Ricardo Raphael, nunca le dijo naco o joto a Juan Gabriel, sino a sus lentejuales. Y al respecto no he visto el correspondiente debate estético sobre el buen gusto de usar lentejuelas por parte de quienes han atacado a Nicolás Alvarado, "es extraño que, reconociendo los hombres el valor de los argumentos en favor de la libre discusión, les repugne llevar estos argumentos "hasta su último extremo", sin advertir que, si las razones dadas no son buenas para un caso extremo, no tienen valor en absoluto" (Mill); si no que he leído puras notas de descalificación, incluso de dicriminación. La carta de change.org considera que Alvarado no tenía porqué trabajar en TV UNAM dado que no era egresado de la Máxima Casa de Estudios ni académico. ¿Qué esto no es una posición discriminatoria para ocupar un puesto público en la UNAM? 


Quiero cerrar este texto recordando las palabras de Arendt: "la política trata del estar juntos y los unos con los otros de los diversos". 

Apelo a una ética dialógica; con ideas persuadamos a nuestros iguales del error, no a través de la violencia y la descalificación. 

A mi, a diferencia de Nicolás Alvarado sí me produce un sentimiento sublime la vivencia del amor y desamor de algunas de las canciones de Juan Gabriel, y tal vez como él mismo lo reconoce ,hasta que no supere su prejuicio clasista no podrá tal vez gozar de esta bella experiencia bien saboreada por muchos mexicanos de formas mucho más intensas. 

Libros citados:
Stuart Mill, John. 2008. Sobre la libertad. Madrid: Editorial Tecnos.
Arendt, Hanna. 1997. La promesa de la política. Barcelona: Paidós.



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