Cuando se pone en el debate el
tema de la vigilancia con cámaras no puedo evitar recordar 1984 y predisponerme a estar en contra casi de forma dogmática. Pienso
en mis ideales en torno a la ética, y en
mi romántica idea de que el ser humano es capaz por convicción propia de vivir
en armonía con sus iguales. Sobre todo reniego del autoritarismo y de los
peligros de la cancelación absoluta de la libertad y autonomía moral
del individuo por parte de quienes se sienten con la autoridad a todas
luces ilegítima de vigilar el alma de los “incorregibles” seres humanos.
No obstante me sorprendió mi
predisposición a defender a Arne y asegurar desde el primer
momento, que era válido el uso de redes sociales como Periscope tal como lo había
venido haciendo el City Manager de la Miguel Hidalgo.
Muchos nos indignamos ante las
declaraciones de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal. Como es
cotidiano, parece que se trata de proteger al delincuente y de satanizar a
quienes intentan hacer bien las cosas. Pero es cierto, existen muchos peligros colaterales
por el uso de una red social para
evidenciar lo que a los ojos de todos parecen pruebas claras de corrupción e impunidad.
Los temas que giran alrededor son básicamente la presunción de inocencia,
protección de datos personales, derecho a la privacidad, protección a la imagen,
derecho a la honra….
Entiendo que en todo momento las
autoridades deben velar por la protección y garantía de estos derechos, pero
para empezar, si no queremos que sea objeto del escrutinio público algún asunto
relacionado con nuestra persona, con nuestra vida privada como lo mencionaba hace unos días Gabriel Guerra del Universal, no vamos al espacio público a violentar las normas colectivas
que hemos acordado seguir para vivir en armonía.
A lo que voy con esto es que
estamos hablando de un asunto público. Personas como @DeniseDresserG hablan de
los peligros de que sea una autoridad quien haga esto a ciudadanos, que los
ciudadanos hagan esto a la autoridad no importaría mucho según ella, pero aquí
estamos olvidando lo que es en sí la autoridad. Seguimos anclados en el debate
de que ciudadanos y autoridades públicas son una cosa completamente distinta,
dicotómica, incluso entidades eternamente irreconciliables. Pero no es así, la
autoridad, no es más que una extensión de los ciudadanos. La autoridad es la
persona, su nombre lo dice “autorizada” para ejercer una función en
representación de los dueños originarios de la soberanía, es decir, de los
ciudadanos.
Me parece que a estas alturas las redes
sociales y el uso de tecnología deben servir precisamente para hacer realidad
el sueño democrático de poner todos los asuntos al ojo del escrutinio público. La
vida cotidiana hace imposible que todos estemos metidos e involucrados en todos
los asuntos públicos. Periscope permite ejercer de forma indirecta una función pública
completamente legítima para cualquier ciudadano. Me parece así una verdadera
limitante que una persona en su calidad de autoridad esté impedida para
denunciar una irregularidad ante quienes son los responsables directos de la
soberanía que ejerce. Es decir, que los ciudadanos no puedan seguir en vivo el ejercicio de una atribución pública. Al respecto, resulta importante recordar lo que señala el artículo 7° constitucional:
"Es inviolable la libertad de difundir opiniones, información e ideas, a través de cualquier medio. No se puede restringir este derecho por vías o medios indirectos, tales como el abuso de controles oficiales o particulares, de papel para periódicos, de frecuencias radioeléctricas o de enseres y aparatos usados en la difusión de información o por cualesquiera otros medios y tecnologías de la información y comunicación encaminados a impedir la transmisión y circulación de ideas y opiniones".
Pensemos en lo ocurrido, ¿qué
hizo Arne? Ir a verificar que se infraccionara a quienes estaban cometiendo
arbitrariedades en la vía pública. Esto lo hizo al momento que usaba Periscope.
Esta tecnología en términos llanos permitió solamente que Arne fuera acompañado
por ciudadanos interesados en ese momento a ejercer su cargo público, ni más ni
menos. Ciudadanos que tienen todo el derecho de pedir cuentas a sus
autoridades, de emitir juicios (verdaderos o falsos), y hacer en síntesis,
escrutinio de un asunto a todas luces público. Nadie se metió en la
vida privada de quienes con todo descaro insultan a servidores públicos que simplemente buscan hacer respectar el pacto social que todos estamos comprometidos a
seguir.
Estamos ante la posibilidad de
que las redes sociales nos permitan generar más espacios para el debate y el
escrutinio público. Si, esto tiene su riesgo como lo temían los griegos. La masa
no siempre tiene la razón y es posible que una tiranía de la mayoría juzgue sin
razón a un inocente. Puede ser. Pero no por ello vamos a impedir que la
tecnología nos ayude a ejercer tareas públicas que ameritan no tenerle miedo a
la muerte como los guardianes de la República de Platón. ¿Quien se atrevería a hacer esto sin un ojo acompañante?
Por ello debemos de fortalecer
las otras aristas del debate y sistema democrático. Derecho de réplica, acceso
igualitario a la justicia. Al final de cuentas, los jueces deberán ser quienes
decidan en el caso concreto respecto de la inocencia o culpabilidad de los
imputados. El punto aquí es que mientras estemos hablando del espacio público
no habría porque haber una prohibición
para el uso de redes sociales. Si Arne usara Periscope para evidenciar casos
que únicamente atañen a la vida privada de los ciudadanos otra cosa sería, pero
si no queremos ser quemados justa o injustamente por Periscope, simplemente no
actuemos con total desdén hacia las reglas colectivas que todos estamos
obligados a cumplir.
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