miércoles, 7 de agosto de 2013

¿Legalización de la marihuana en el DF?


La libertad del hombre en sociedad consiste en no estar sujeto a ningún poder legislativo sino aquél establecido por consentimiento en el seno del Estado, ni bajo el dominio de ninguna voluntad o la restricción de ley alguna, excepto aquellas dictadas por el poder legislativo según la misión a él confiada. La libertad, entonces, no es lo que sir Robert nos dice: “Una libertad para que cada uno haga lo que quiere, viva como le plazca y no esté atado por ninguna ley”; sino que la libertad de los hombres sometidos a un régimen de gobierno consiste en tener una norma para vivir según ella; norma común a todos los miembros de esa sociedad y hecha por el poder legislativo en ellas establecido. Una libertad que me permita seguir mi propia voluntad en todas las cosas sobre las cuales la ley nada prescribe, no estar sometido a la voluntad inconstante, incierta, desconocida y arbitraria de otro hombre, pues la libertad natural consiste en no estar bajo otra restricción que la impuesta por la ley de naturaleza.


Pues la ley, rectamente entendida, no es tanto la limitación como la orientación de las acciones de un agente libre e inteligente hacia su propio interés y no prescribe más de lo que es necesario para el bien general de quienes están sujetos a ella. Si los hombres pudieran ser más felices sin ella, la ley se desvanecería como cosa inútil. Mal podríamos dar el nombre de limitación a aquello que nos protege de andar por pantanos y precipicios. De manera que, por malentendidos que haya, el fin de la ley no es abolir o restringir, sino preservar y aumentar la libertad. Allí donde hay seres creados capaces de regirse por la ley, si no hay ley no hay libertad. Pues la libertad consiste en estar libre de las restricciones y violencias de los demás –lo cual no puede lograrse donde no hay ley- y no, como se nos ha dicho, “la falta de impedimentos para que cada hombre haga lo que quiere. Pues ¿quién sería libre si el humor de cualquier otro hombre pudiera dominarlo?” La verdadera libertad es que cada uno pueda disponer de su persona como le plazca, así como de sus acciones, posesiones y propiedades dentro de lo que permiten las leyes a las cuales está sometido, evitando de este modo estar sujeto a la  voluntad arbitraria de otro y siguiendo libremente la propia.


Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, John Locke



Al parecer se debatirá la posibilidad de la legalización y/o despenalización del uso de la marihuana en el DF. En automático un sin fin de opiniones se han manifestado al respecto.

Ayer escuchaba por ejemplo una entrevista que le hacían a Miranda de Wallace, ex candidata a la jefatura de gobierno del DF, en la que se manifestaba totalmente en contra de esta posibilidad. Sus argumentos se concentraban en lo que la mayoría de quienes están en contra señalan:

-Legalizar la marihuana aumentará en automático su consumo.
-No se debe atacar el problema secundario de la violencia, sino ir al fondo del asunto: la educación.
-Muchos políticos defienden esta posibilidad en el discurso para verse "progresistas", para estar a la "moda".
-Con esto aumentará la violencia, no disminuirá.
-Etc.

Y pues bueno, este tema como muchos otros entra en los temas límite o frontera. En este caso el asunto en cuestión desde mi punto de vista está en los límites que tiene o no el Estado respecto a la libertad del individuo.

A la mente se me viene de inmediato una célebre frase de John Fitzgeral Kennedy, "la democracia es una forma superior de gobierno, porque se basa en el respeto del hombre como ser racional". ¿Qué quiero decir con esto? Algunas premisas sobre la razón de ser y los límites del Estado, pensándolo desde un tipo de régimen que defiende y respeta la libertad, razón y voluntad del individuo para hacer  lo que mejor considere, (ojo) siempre y cuando por supuesto no interfiera en la libertad de los demás o los dañe.

Empecemos con definir una postura en torno al eterno debate de si existe o no lo bueno y lo malo, o la moral per se. Quienes quisieran de inicio catalogar el uso de la marihuana como malo per se van a encontrar muchos tropiezos al respeto y muy poca legitimidad en la autoridad del Estado para prohibir algo así. Ya es sabido por todos que la marihuana es mucho menos nociva que otro tipo de narcóticos como el cigarro y el alcohol. Esto por el lado técnico, científico, pero por otro, en términos filosóficos, nuestro pensamiento racional no nos permite tener la certeza absoluta sobre alguna categoría moral. Hace mucho que se destruyeron este tipo de autoridades falsas. Nietzsche decía entre otras cosas, que "los pensamientos sobre los prejuicios morales, si no son prejuicios de prejuicios, implican una ubicación fuera de la moral, llegar a un más allá del bien y del mal que exige subir, trepar, volar. El problema radica en saber si podemos llegar a semejante altura". "Los cerebros filosóficos se distingue de los demás porque no creen en lo atinente al significado metafísico de la moral".

En ese sentido, y dado que en términos estrictos el uso de la marihuana por un ser racional, tal como se define de alguna forma en los Estados de hoy (individuos que han cumplido 18 años de edad en países como México) sólo afecta a quien lo usa (esto es cuestionable, lo se, pues las sustancias que alteran los sentidos pueden alterar la percepción del individuo y su comportamiento con los otros) en términos estrictos el Estado no tendría ninguna legitimidad real para prohibirla. En todo caso podría limitar su uso, al igual que con el alcohol, a su uso en propiedad privada o en establecimientos comerciales como bares o cafés.

¿Por qué tendría que ser así?, porque empezamos el debate aceptando que el Estado es un artificio humano, a diferencia de lo que pensaban hasta lo que conocemos como la modernidad. La creencia hasta hoy difundida de que el hombres es un animal político por naturaleza no puede aceptarse a la ligera, pues esto presupone que Dios, la naturaleza o una fuerza superior crea el Estado para que los hombres vivan armónicamente. Bajo este supuesto, las leyes del Estado ya están determinadas por la propia naturaleza y el hombre sólo tiene que leer estas leyes, interpretarlas. Por esto muchos religiosos creen tener razón al suponer que la prohibición del Estado sobre el uso de las drogas sigue los preceptos directos de Dios.

Pero no, aquí defendemos la idea de que el Estado es creado por el acuerdo de los hombres. Los hombres y mujeres en su calidad de mortales, de lo que diría con tanta poesía Hobbes, de imitadores del arte de Dios en la naturaleza, tienen que ponerse de acuerdo sobre lo que en un determinado momento considerarán como prohibido o no por el Estado bajo el supuesto de que en realidad todos son libres e iguales, y el Estado sólo debe servir como el árbitro de esta libertad e igualdad. En este supuesto todos aceptan que nadie es portador de la verdad absoluta, ni autoridad por designio directo de Dios, y por ello se fijan como límite al poder el Estado la libertad de los hombres para hacer con su vida lo que quieran siempre y cuando no altere la libertad de los demás.


No hay nada a que un hombre no tenga derecho por naturaleza; solamente se aparta del camino de otro para que éste pueda gozar de su propio derecho original sin obstáculo suyo, y sin impedimento ajeno. Así que el efecto causado a otro hombre por la renuncia al derecho de alguien, es, en cierto modo, disminución de los impedimentos para el uso de su propio derecho originario. (Hobbes)

Es decir, el debate de la marihuana entra en el fondo en el debate de la naturaleza y límites legítimos del Estado. A pesar de que podría ser legítima la prohibición de la marihuana en un Estado como el mexicano, dado que una mayoría de legisladores así lo determinaron en su momento en un código penal, en realidad se debe ponderar que a pesar de la legitimidad de la teoría de la representación, en el fondo de las cosas, los legisladores no pueden prohibir cualquier cosa porque sí. "En fin, es una convención fútil y contradictoria estipular de una parte una autoridad absoluta y de la otra una obediencia sin límites" (Rousseau).  Es decir, en realidad no podrían decidir legítimamente prohibir que una persona pueda por ejemplo comprar un coche, salir del país, vestirse de una determinada manera etc., dado que el límite esencial del Estado y su razón de ser es siempre la protección de la libertad del individuo. En ese sentido, hasta el absolutista Hobbes dijo que cuando el Estado va en contra de los principios de los cuales fue creado es legítimo desobedecer.

Es decir, mientras no existe un estudio que con certeza absoluta nos compruebe que el uso de la marihuana por una persona afecta la libertad de los demás habitantes de un Estado, no existe una legitimidad del Estado para prohibirla. Esta prohibido el asesinato porque es evidente que va en contra de la vida, libertad y seguridad de los otros seres humanos, lo mismo que otro tipo de delitos como el robo, la violación y el secuestro. El Estado por ello siempre tendrá la obligación de prohibirlo y de garantizar el castigo de quienes comentan estos crímenes.

En fin, la reflexión anterior es un análisis, lo acepto, muy limitado sobre un tema de tanta complejidad. Sin embargo intenta explorar un camino más en el debate.

Debemos intentar también profundizar en cuestiones como la violencia que genera la venta ilegal de marihuana, en el problema que se tiene que afrontar de evitar que menores de edad hagan uso de este tipo de drogas. Del problema inherente a la violencia por la venta de armas. Los legisladores no deben tomar este tema a la ligera, deben estudiarse las experiencias de países como Holanda y Uruguay en dónde esto es legal. Por último debe también profundizarse en una pregunta elemental ¿Por qué el uso de drogas? ¿Existirá un vació en las sociedades que debe llenarse con esto? ¿o sólo es una moda o un modo de recreación?

El punto que yo defiendo es la autonomía, individualidad, voluntad y libertad de los seres humanos de ser y de los límites del Estado al respecto. Yo en particular no hago uso de la marihuana, pero si hago uso de la libertad y de la voluntad y defiendo el derecho de otros para hacer con sus vidas lo que deseen.








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